Para el ex secretario general adjunto de la ONU, Hans Christof von Sponeck, en vez de velar por el respeto del derecho internacional y la consolidación de la paz, la ONU se ha convertido en instrumento de la injusticia. Tal es el caso de las sanciones contra el Irak de Sadam Husein, sanciones que provocaron un desastre humanitario. Hoy, por ejemplo, tratados internacionales como el de no proliferación nuclear sirven para garantizar la hegemonía de ciertos países y amenazar a otros. Es hora ya de cambiar radicalmente este sistema.
EL conde Hans Christof von Sponeck, nacido en Bremen en 1939, trabajó durante 32 años en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Nombrado en 1998 Coordinador Humanitario de las Naciones Unidas en Irak con rango de secretario general adjunto por Kofi Annan, el conde von Sponeck presentó su renuncia en marzo del año 2000 como protesta por las sanciones que hundieron al pueblo iraquí en la miseria y el hambre. Silvia Cattori lo entrevista para la Red Voltaire.
Silvia Cattori: usted acusaba al Consejo de Seguridad de haber traicionado la Carta de las Naciones Unidas. ¿Podría usted darnos ejemplos precisos en los que el Secretariado de las Naciones Unidas se comportó de manera a su entender condenable?
Hans von Sponeck: El Consejo de Seguridad está obligado a someterse a la Carta de las Naciones Unidas; no debe olvidar la Convención sobre los Derechos del Niño ni los aspectos generales de las diferentes Convenciones. Cuando el Consejo de Seguridad sabe que las condiciones son inhumanas en Irak, que la gente de todas las edades es profundamente desgraciada, no por culpa de un dictador sino por causa de su propia política de acompañamiento en el marco del programa «petróleo por alimentos», por causa de las excepciones humanitarias, y decide no hacer nada –o no hacer lo suficiente– por proteger a la población de las consecuencias de su política, no queda otro remedio que afirmar que hay que condenar al Consejo de Seguridad. Hay que condenarlo en particular por el gran incremento de las tasas de mortalidad en Irak. Veamos las pruebas: durante los años 80, bajo el gobierno de Sadam Husein, la UNICEF había comprobado que en Irak 25 niños de cada mil, de menos de 5 años, morían por diferentes causas. Durante los años de aplicación de las sanciones, de 1990 a 2003, se produjo un rápido incremento: de 56 por mil (a principios de los años 90), la mortalidad de los niños de menos de 5 años alcanzó la cifra de 131 por mil (en los primeros años del nuevo siglo). No resulta difícil de entender para nadie que este incremento de la mortalidad infantil fue consecuencia de las sanciones; es por consiguiente indudable que el Consejo de Seguridad prefirió ignorar las consecuencias de su propia política hacia Irak por causa de las presiones de los principales participantes, en particular, las de Estados Unidos y del Reino Unido.
Silvia Cattori: ¿Cómo pudo el Consejo de Seguridad no tener en cuenta las consecuencias humanitarias de las sanciones contra Irak, sobre todo sabiendo que adoptó otras resoluciones –como la 1559, por ejemplo– que abrían el camino a los bombardeos contra la población civil? ¿Equivale eso a decir que el Consejo de Seguridad y el Secretariado de la ONU se convirtieron durante estos últimos años en los primeros responsables de catástrofes humanitarias?
Hans von Sponeck: Yo diría que solamente los ignorantes, o aquellos que no pueden aceptar la derrota, siguen afirmando que el drama humanitario en Irak no se debe, en gran medida, a una política errónea, a una política de castigo. El pueblo iraquí fue castigado simplemente porque se encontraba bajo la dirección del gobierno de Bagdad, o sea a pesar de ser totalmente inocente.
Silvia Cattori: Nuestros dirigentes políticos, presentes en todas las instancias internacionales, sabían perfectamente que las sanciones tenían consecuencias desastrosas. ¿Quiere decir eso que, mediante su silencio, aceptaron que se impusiera el hambre a los civiles?
Hans von Sponeck: No podemos olvidar que hubo algo que podemos llamar silencio, complicidad, apoyo o incluso esfuerzo deliberado por crear el tipo de condiciones que prevalecieron en Irak durante los 13 años de las sanciones. Lo cual implica diferentes grados de responsabilidad política. El primer ministro de Gran Bretaña y el presidente de Estados Unidos y sus gobiernos no fueron los únicos responsables. También hubo otros. España e Italia desempeñaron un papel de apoyo que hace también responsables a sus gobiernos de aquel entonces. Aznar en Madrid y Berlusconi en Italia son altamente responsables por haber contribuido al desastre y al drama humano que tuvo lugar en Irak. Ellos no aceptarán esa responsabilidad pero las pruebas están ahí.
Silvia Cattori: Si el problema principal es la manipulación del Consejo de Seguridad por parte de Estados Unidos y este último país sigue cometiendo crímenes con el pretexto de que tiene un mandato de Naciones Unidas, ¿qué puede hacerse para corregir esa situación?
Hans von Sponeck: Yo pienso que esa es una pregunta muy importante y particularmente apropiada en el marco del debate sobre el tipo de Organización de Naciones Unidas que necesitamos para proteger a la comunidad internacional, para proteger a los 192 gobiernos de los Estados miembros de los peligros que ciertos gobiernos les imponen cuando abusan de su autoridad, de sus informaciones, de sus finanzas, de su poder, para favorecer sus propios intereses yendo en contra de los intereses de la paz, de los intereses de la justicia, de los intereses de la humanidad.
Silvia Cattori: ¿Cuál fue la reacción de usted ante la ejecución de Sadam Husein y de los que junto a él fueron acusados y condenados a muerte por un tribunal formado por Estados Unidos?
Hans von Sponeck: Yo diría primero que todo que no me sorprendió. Ese era el objetivo final de los que están en el poder en Bagdad y de quienes ocupan Irak. No hay defensa posible para Sadam Husein pero sí se puede condenar el hecho de que no haya tenido un juicio justo, que se trató de una farsa. Era un tribunal que, bajo una apariencia de respetabilidad, escondía la decisión predeterminada de condenar a los acusados a la pena de muerte. Sadam Husein, como cualquier otra persona, tenía derecho a un juicio justo, y no lo tuvo. Por eso fue que me indignó esa demostración evidente de que, a pesar de que existe un derecho internacional, a pesar de que las naciones europeas, Estados Unidos y Canadá, así como otras naciones, no paran de proclamarse como defensoras de la justicia, la realidad es que no defienden la justicia.
Silvia Cattori: Usted se dirigió a George W. Bush para solicitar la liberación de Tarek Aziz. ¿Recibió respuesta?
Hans von Sponeck: No obtuve respuesta alguna. Escribí aquella carta porque conocí a Tarek Aziz. Mi predecesor y yo mismo lo considerábamos una persona con la que teníamos una relación cordial, una persona que –a pesar de lo que de él se haya dicho en los grandes diarios– trataba de ocuparse del pueblo iraquí, una persona que estaba por consiguiente dispuesta y disponible cuando se trataba de tomar en consideración proposiciones tendientes a mejorar el programa de asistencia humanitaria.
Desde nuestro punto de vista, desde mi punto de vista, se trataba de una persona correcta. No puedo emitir juicios sobre lo que Tarek Aziz hizo en Irak fuera del sector del que yo era responsable pero, todo lo que pido, es que una persona enferma, aunque sea sólo por razones humanitarias, sea tratada dignamente; esa persona debería ser autorizada a disponer de un seguimiento médico y a gozar de un juicio justo. Tarek Aziz tenía derecho, y tiene derecho –como debería haberlo tenido además el propio Sadam Husein– a ser tratado conforme a lo establecido en las convenciones de La Haya y de Ginebra. Yo me pronuncio contra el hecho que, tres años después de que él se entregara voluntariamente a las fuerzas de ocupación, todavía no se hayan presentado cargos en su contra y [en contra de] que se le siga manteniendo en prisión cuando se sabe que necesita urgentemente un seguimiento médico.
Silvia Cattori: Aunque la situación creada por la ocupación de Irak es aterradora, hay muchísimas razones que llevan a temer que Estados Unidos utilice la resolución contra Irán para atacar a ese país. La marina [de guerra] alemana –con un mandato formal de la ONU– se encuentra ya en posición en el Mediterráneo oriental. ¿Conocía usted el grado de implicación de su país en los planes de guerra de Estados Unidos y es por eso que le pidió a Angela Merkel, en una carta abierta, que rechace todo uso de la fuerza contra Irán?
Hans von Sponeck: Exactamente. Veo perfectamente que, progresivamente, Alemania y otros países europeos están siendo empujados a actuar en el sentido de una política de poderío definida en Washington por gente ávida de poder. Y eso es más grave aún cuando, al darse cuenta de que ellos solos no podrán llevar a vías de hecho su política de dominación, tratan de apoyarse en otros gobiernos. Y esos otros gobiernos parecen ser gobiernos de Europa Central y de Europa Oriental, desde Lituania hasta Gran Bretaña. También tratan de politizar la OTAN para utilizarla como instrumento, [un instrumento] que ya se encuentra en gran medida al servicio de Estados Unidos.
Es por eso que, como todo individuo normal de este mundo, no puedo aceptar los intentos –apoyados por la canciller Merkel durante la reciente cumbre de la OTAN– tendientes a atribuir a esa alianza militar una misión política. La OTAN es un instrumento de la guerra fría. Desde hace muchos años estaba en busca de una nueva misión, de un nuevo papel. Lo único que sabían los partidarios de la alianza es que la OTAN tenía una responsabilidad militar pero, con el fin de la guerra fría, ya no existía esa responsabilidad, ya no era necesaria. De ahí esa desesperada búsqueda de un nuevo papel.
Personalmente, considero extremadamente peligroso que la OTAN se presente hoy como un instrumento democrático al servicio de las democracias occidentales, cuando en realidad se trata de un instrumento en manos de Estados Unidos para la puesta en práctica del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano . Se trata de la famosa proposición que hicieron los neoconservadores estadounidenses durante los años 90 –[proposición] que la administración Bush ha convertido en estrategia nacional de seguridad para el 2000 y los años posteriores–, a cuya aplicación debe contribuir la OTAN. Los responsables políticos que se reunieron recientemente en Munich deberían rechazar esa tesis.
Vladimir Putin, que al menos esta vez no vaciló en hablar claro, declaró abiertamente lo que sentimos muchos de nosotros. Claro está, sus palabras fueron rechazadas por aquellos que tienen otra agenda. Pero las palabras de Putin reflejan una realidad.
Yo estoy convencido de que, por causa de esta politización militarista de la OTAN, se ha avanzado rápidamente no sólo hacia un regreso a un clima de guerra fría entre las principales potencias sino también, y esto es lo dramático, hacia un aumento de los gastos en materia de defensa, lo cual incluye a China, Rusia y los países de Europa Occidental. Gastos que son ya extremadamente elevados en muchos países; lo que no puede más que favorecer una escalada de la polarización entre diferentes grupos a escala mundial.
El mundo, fuera de Europa Central y Estados Unidos, ya no está dispuesto a aceptar una vía occidental que vaya en una sola dirección. El público no acepta ya las exigencias de las potencias políticas militares del pasado siglo. Aquella época quedó atrás y si no tenemos eso en cuenta las cosas no pueden más que empeorar.
Para mí las palabras claves de este momento son “diálogo” y “diplomacia”. Hay que dedicarse a ambos con una mentalidad claramente multilateral, no con la mentalidad de una superpotencia que en realidad ya no es tal, ni en plano económico, ni en el político, y mucho menos en el moral, por no mencionar el plano ético.
Aunque Estados Unidos siga conservando aún algo de superpotencia gracias a la fuerza militar, eso no bastará para salvar la Pax Americana. La Pax Americana es algo que pertenece al pasado y cuanto más rápidamente lo reconozcamos en Europa, más rápidamente nos prepararemos para una cooperación multilateral –o sea, para algo diferente a una cooperación bilateral o como la de la OTAN– y sería lo mejor.
Silvia Cattori: La OTAN participa en guerras de ocupación –lo cual está en contradicción con su propia Carta– y en la realización con la CIA de operaciones de carácter criminal: estoy pensando en el caso de los secuestros y los traslados de sospechosos a prisiones secretas. Si Europa sigue plegándose y aceptando la instalación de sistemas antimisiles estadounidenses en países miembros de la OTAN, ¿no podría eso llevar a la confrontación, e incluso a un regreso a los peores días de la guerra fría?
Hans von Sponeck: Es una locura. Eso no tiene nada que se pueda defender y el argumento de Condoleezza Rice que afirma que Rusia no tiene por qué preocuparse por la instalación de 10 sistemas antimisiles posicionados en Polonia y en la República Checa es totalmente deshonesto, ya que si hoy se pueden emplazar 10, mañana se pueden emplazar 20 más. El solo hecho de emplazar esos sistemas antimisiles en la frontera de la antigua URSS, o de Rusia, es ya suficiente para intensificar las razones de confrontación entre Rusia y Occidente, por no mencionar a China.
Estamos creando, estamos modelando nuestro enemigo del mañana. Como muchas otras personas a través de todo el mundo, yo no puedo aceptar esa evolución. Pero no nos tienen en cuenta, somos débiles, nos consideran ingenuos, nos consideran “gente de ojos azules”, como dicen en Estados Unidos, se supone que no entendemos la visión global.
Si vivimos en una democracia, entonces yo tengo derecho a entender esa visión global. Sin embargo, no me dicen nada; solamente me piden que me someta a la buena voluntad y a las buenas intenciones de un gobierno como el de Washington. Pero no puedo hacerlo, no podemos hacerlo porque nos han engañado mucho y muchas veces con su desinformación, con su deshonestidad brutal, con un poder politiquero al servicio de un solo partido. Estoy lejos de aceptar todo eso y es por ello que considero que toda esa política, tendiente a convencer a los gobiernos checo y polaco para que acepten esos sistemas antimisiles, resulta extremadamente peligrosa y fuera de lugar. No es más que una grosera y vulgar política de poderío que no necesitamos y contra la cual tenemos que luchar. No es lo que necesitan la paz, el futuro internacionalismo y la consolidación de naciones y el progreso conforme al sentido de la Carta de las Naciones Unidas y de otras leyes internacionales.
Silvia Cattori: Usted estaba en Kuala Lumpur para participar en una conferencia que denunciaba los crímenes que cometen las potencias militares. En nuestros medios de difusión no hubo la menor cobertura sobre ese importante encuentro. Si se silencia ese tipo de encuentros, que denuncian las transgresiones que comete la OTAN y las violaciones de la Carta de las Naciones Unidas, ¿cómo se puede lograr que se abra un debate para reformar esas instancias? ¿No tiene usted la impresión de estar predicando en el desierto?
Hans von Sponeck: ¿Sabe usted?, no debemos desanimarnos porque los los medios nos ignoren. La mayor parte de las veces, cuando hay ciudadanos que han tratado de convencer a sus dirigentes de que es necesario cambiar de rumbo, estos últimos los han ignorado. ¿Significa eso que tengamos que poner fin a esos esfuerzos? No lo creo. El hecho mismo de que haya gente, no locos ni soñadores que no saben dónde están parados, sino gente muy realista, con grandes aspiraciones para el mundo, que comprende los procesos políticos, que se reúne para discuter seriamente sobre las condiciones y el abuso de poder, ese hecho es de por sí una importante prueba de que la conciencia internacional está viva, de que la conciencia internacional existe. [El encuentro de] Kuala Lumpur no estuvo en los titulares de la prensa; pero Hollywood sí. La emoción barata y hechos mediáticos de baja calidad, como el programa Big Brother en Londres, sí se ven reflejados en los titulares.
El hecho de que la presencia de 5 mil personas en Kuala Lumpur para hablar de la guerra como crimen, teniendo como telón de fondo todos los sufrimientos que han causado esas guerras ilegales, no haya aparecido en los titulares es, por supuesto, algo deplorable. Pero eso no debe hacer que la gente tenga menos deseos de expresarse. El encuentro merecía ser resaltado por todos aquellos que de alguna manera están siendo afectados por esos crímenes.
Todos y cada uno de nosotros tenemos una responsabilidad que asumir como individuo, tenemos el deber de dar a conocer nuestros puntos de vista. El encuentro de Kuala Lumpur, de eso estoy seguro, permitió desarrollar más conciencia en numerosos círculos del mundo, lo cual se transformará finalmente en mayor resistencia ante las políticas engañosas, egoístas y unilaterales que Occidente trata de imponer.
No tomo posición contra Occidente, soy un «occidental» pero eso no quiere decir que no pueda ver con ojo crítico la vía de una sola dirección que se ha desarrollado, la autopista de sentido único que siguen el poder internacional, el comercio internacional, la cultura internacional. Eso, como ya dije, no puede seguir así porque ya no es aceptable, y en Kuala Lumpur se reunió gente del mundo entero que comparte esa misma preocupación. Eso permitió, seguro estoy de ello, aumentar la conciencia y la voluntad de los participantes de dedicar cada vez más fuerzas a cambiar las cosas. Y si eso no nos lleva a los titulares y a un cambio inmediato, pues entonces quizás suceda mañana. Y si no es mañana, será después de mañana.
Silvia Cattori: Voces como las del presidente Jimmy Carter y John Dugard denuncian los crímenes de Israel en Palestina, voces que, como la de Dennis Halliday y la de usted mismo denuncian las violaciones de la OTAN en Irak, todas esas voces despiertan un inmenso respeto. Pero son escasas y los que ejercen el poder pueden marginalizarlas. ¿No está usted decepcionado de que al nivel de ustedes no haya casi nadie, o de que sean tan pocos los que siguen el ejemplo de ustedes y toman posición contra esos crímenes y abusos cometidos por el Estado?
Hans von Sponeck: Claro que estoy decepcionado. ¿Sabe usted?, en los últimos tiempos, día a día espero con ansia a que un general estadounidense de primer plano, que un político estadounidense de primer plano diga: basta ya, yo no voy a seguir apoyando esta locura, yo no voy a apoyar la ilegalidad, yo no voy a apoyar políticas que nos han sumido en grandes dificultades y en graves violaciones de todo lo que cualquier persona civilizada debería defender estar defendiendo. Claro que estamos decepcionados pero, viendo día por día lo que ha estado sucediendo durante las últimas décadas, sobre todo durante estos años en que Bush ha estado en el poder, no podemos darnos el lujo de ser ineficaces. Es esta un llamado que tenemos que lanzarle al movimiento internacional antiguerra.
Es necesario que el movimiento por la paz se oriente hacia una mejor coordinación, en forma de red; en el sentido de incrementar los esfuerzos combinados, las declaraciones comunes en los que gente de todos los países del mundo se den la mano y demuestren, [se demuestren] a sí mismos y a la mayor cantidad de público, que tienen la firme intención de no aceptar lo que nos ha traído a esto: a un mundo en el que existe un abismo entre los que nada tienen –y se trata de una mayoría muy muy grande, más de mil millones de seres humanos que viven con menos de un dólar diario entre los 6 mil millones y medio que habitan nuestro planeta– y el 10% más favorecido que vive en el lujo y rodeado de un bienestar inimaginables.
Eso no puede seguir así. Y si alguien que oye nuestra conversación está pensando: Ahí tenemos realmente un gran ingenuo, o está pensando: Ahí tienen un comunista, es terrible, pidiendo la igualdad para todos, pues le digo que no, que no soy nada de eso. En primera, no creo ser un ingenuo; en segunda, no creo ser un comunista en el sentido tradicional. Soy un hombre que, al cabo de 32 años en las Naciones Unidas, aprendió a aceptar que todos no somos iguales pero que sí deberíamos tener todos las mismas posibilidades de desarrollo en el marco de la contribución a la paz. No es cuestión de que no haya dinero, hay suficiente dinero para todos, pero lo que escasea es el deseo de compartir los recursos y de hacer más que apoyar, más que de palabra, ese magnífico conjunto de instrumentos creado por tanta gente respetable después de la Segunda Guerra Mundial y que durante 60 años ha estado tratando de crear las bases de una mayor justicia y de un progreso socioeconómico para todos.
Silvia Cattori: Todos esas esperanzas que usted alimenta seguramente le hacen sufrir más aún porque usted está conciente de que, para que esos pueblos musulmanes que están siendo humillados por las granes potencias, lo peor todavía está todavía por delante.
Hans von Sponeck: Por supuesto. No pasa un día, cuando usted lee, cuando usted ve lo que sucede en el Medio Oriente, que usted no se sienta lleno de vergüenza, que usted no sienta la exigencia de humildad que se puede sentir viendo a esa gente que sufre horriblemente, desde Palestina hasta Irak y en otras regiones del Medio Oriente. Las palabras de los hombres, por lo menos para mi sensibilidad, no alcanzan para expresar los sentimientos que me invaden.
Es espantoso. Yo vengo de un país que tuvo que pasar por la experiencia, y que fue el causante, de una tremenda y horrible Segunda Guerra Mundial, que duró 5 años y de la que todavía se sigue hablando. ¿Y qué pasa con todo lo que ha sucedido durante todos estos años en Irak, 30 años de dictadura, 13 años de sanciones, 3 años y medio de ocupación? ¿Cuánto puede soportar un individuo? ¿Cuánto puede soportar una nación? ¡Cuando usted ve –y estoy pensando ahora en las universidades de Bagdad que yo conozco, como Mustanseriya University, Baghdad College, Baghdad University– que esas instituciones que preparan para la vida a jóvenes inocentes, están destruidas por las bombas! ¡Cuando yo visitaba a los iraquíes, que vivían pacíficamente en barrios en los que convivían diferentes poblaciones, nunca oí ese tipo de conversación de “Yo soy chiíta, tú eres sunnita y tú eres turkmeno”!
Bagdad es la ciudad kurda más grande del mundo, con más de un millón de kurdos y, por supuesto, había muchos problemas, había un dictador, había asesinatos políticos, pero eso no era nada comparado con lo que se ve ahora. El enfrentamiento sectario que hoy existe fue creado por una guerra ilegal. Y las amenazas contra el gobierno de al-Maliki son el colmo de la deshonestidad: “Si usted no restablece la seguridad en Irak, nosotros, los americanos, vamos a revisar en qué medida seguimos apoyándolo”. ¿Qué es eso? ¿Quién creó ese tipo de condiciones? ¿Quién es el responsable de ese caos y del actual enfrentamiento sectario?
Silvia Cattori: Los países occidentales condenan a Irán, firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, por causa de una bomba atómica que no tiene; pero no condenan a Israel, que no ha firmado ese tratado y que sí tiene armas nucleares. Entre Israel, que no oculta que está preparándose para librar una guerra nuclear preventiva, e Irán que quiere dotarse de una industria nuclear civil, ¿no es Israel quien realmente amenaza la paz mundial mientras que Irán es el objetivo? ¿Cuál es su reacción personal ante esa injusticia?
Hans von Sponeck: Sólo tengo una respuesta muy directa y es que este caso es una ilustración clásica de la política de doble rasero. Hay un pedido de creación de una zona desnuclearizada: la Resolución 687 del Consejo de Seguridad, adoptada en abril de 1991, que llama, en su párrafo 14, a la creación de una zona desnuclearizada que englobaría todo el Medio Oriente. Israel ni siquiera ha firmado el Tratado de No Proliferación. Puede ser que Irán albergue intenciones contrarias a intereses internacionales, pero Irán todavía no ha cruzado la línea roja. ElBaradei, el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, no ha dicho que Irán haya cruzado esa línea. Se limitó a decir que Irán no ha revelado completamente, con la suficiente transparencia, cuáles son sus intenciones y que puso en marcha nuevas centrífugas.
¡Pero qué extraordinaria demostración de doble rasero constituye el hecho de no señalar a Israel y a otros países! ¿Qué pasa con Pakistán? ¿Qué pasa con la India? ¿Y con los propios Estados Unidos, que están trabajando abiertamente en una nueva generación de armas nucleares, en lo que constituye una total violación del Tratado de No Proliferación, aún cuando ese país es uno de sus iniciadores? Se trata de un caso de doble rasero que resulta catastrófico. Si yo fuese iraní, les diría: Lo siento. Decidan en qué consiste la norma de la que ustedes hablan y, después, podremos hablar. Sentémonos a la mesa [de negociaciones] al mismo nivel, sin condiciones previas.
En este caso yo apruebo la demanda iraní de diálogo. Yo pienso que exactamente eso lo que hay que hacer. Irán dice: Ustedes no están de acuerdo. Reunámonos, pero no vengan a decirme, antes de que yo me haya reunido con ustedes, que tengo que aplicar ciertas decisiones que ustedes quieren que yo aplique. [Primero] venimos, nos reunimos, conversamos y ponemos las cartas sobre la mesa . Y lo que en realidad estamos viendo es un horrible intento de proteger un doble rasero.
Silvia Cattori: ¿Qué mensaje quisiera usted hacer llegar a los dirigentes políticos que ignoran completamente los derechos humanos y que hacen la guerra violando el derecho internacional? ¿Qué mensaje quisiera usted enviar a los pueblos actualmente expuestos a la ocupación y al terror desatado por los Estados? ¿Qué mensaje quisiera usted enviar a todos los que se oponen a esas guerras y que no saben cómo pararlas y que deploran la inacción de los partidos?
Hans von Sponeck: A los que violan los derechos humanos les diría: Ustedes tienen que vivir con su propia conciencia, por consiguiente, ¿cómo pueden ustedes, cuando ven todos estos daños evidentes, vivir con su propia conciencia? ¿No creen ustedes que haya mejores formas de proteger sus propios intereses y permitir a la vez que otros se beneficien con las oportunidades que existen?
A las víctimas y a quienes se preocupan por ellas les diría: no se rindan nunca, hagan todo lo posible, todos somos libres, como individuos en pleno uso de nuestras facultades, de aportar nuestra contribución, por muy pequeña que sea, si nos juntamos en ese sentido, si cooperamos, si unimos nuestras fuerzas, si damos a conocer nuestra opinión a los que están en el poder. Si utilizamos nuestro derecho al voto –los que vivimos en países que tienen elecciones libres–, no votemos de forma mecánica porque depositar un voto en la urna es un acto de gran responsabilidad. Vayan también al encuentro de sus representantes electos, presiónenlos, considérenlos responsables, verifiquen sus actos y, cuando haya una reelección, si ustedes no están satisfechos, animen a los que han demostrado merecer la confianza que ustedes depositaron en ellos a postularse para un nuevo mandato. ¿Qué más podemos hacer?
Silvia Cattori, periodista suiza.
En su libro «Otro tipo de guerra: El régimen de sanciones de las Naciones Unidas contra Irak»
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