sábado, 7 de abril de 2007
Discurso de las víctimas leído por Pilar Manjón en la Comisión de investigación por los atentados del 11M
Señor presidente, señoras y señores comisionados:
Mi nombre es Pilar Manjón. Vengo en representación de la «Asociación 11M. Afectados del terrorismo», de las víctimas, heridos y sus familias, única y exclusivamente como portavoz de una Asociación de víctimas.
Antes de comenzar la intervención, quiero dejar constancia de la firme voluntad de la entidad a la que represento, para transmitir expresamente el sentir de un colectivo, nunca el mío propio.
Comparecemos ante ustedes en la casa donde reside la soberanía del pueblo, con el propósito de tratar de ser la voz de los ausentes y de los heridos, que aun a fecha de hoy, siguen su calvario de dolor, entrando y saliendo de los distintos hospitales. Para que su voz, apagada en la inmensidad del dolor, pero viva y poderosa en nuestro recuerdo, resuene en el interior de estas paredes.
Comparecemos personas y familias enteras agrupadas en la asociación. Cada fallecido es un proyecto vital, un parto ilusionado, una adolescencia conflictiva, un cúmulo de ilusiones, de afectos, de amores y luchas. Vidas repletas y ahora truncadas. Vivas en nosotros.
192 fallecidos, 1.500 heridos. Una simple cifra para muchos de ustedes. Todo un mundo para todos y cada uno de nosotros. Espero que entiendan lo que significa levantarse cada día con una pérdida vital. Acostarse cada día con una pérdida vital, el esfuerzo enorme que conlleva aceptar lo inexplicable. Necesitamos el aliento de ellos, de los afectados, para caminar y estar en la puerta de este Congreso, o aquí ante ustedes. Porque ustedes, señorías, en esta Comisión han discutido sobre quién habló, de qué y cuándo se informó. Han hablado de circunstancias, de manemos y manipulaciones, de desinformaciones, de confidentes y de desconfianzas. Han hablado de circunloquios o periferias. Han hablado, señorías, de ustedes. Esencialmente de ustedes'. Ha sido la comisión de ustedes y para ustedes.
Nosotros, nuestros familiares, no han estado en esta casa que, se supone, es la de todos. Hoy, por primera vez, se hacen un hueco. Mal que les pese a algunos de ustedes, a ustedes que preferirían seguir utilizando a las víctimas como arma arrojadiza e inmoral argumento para el desprestigio ajeno, hoy hablamos en nombre de personas de carne y hueso, de los seres que están en nuestro corazón y cuyas figuras manipulan como recurso para medallas o para fotos de ocasión.
Pero aquí estamos y esta es nuestra voz. Hoy no somos el testigo mudo para la descarga de los flashes. Hoy hablamos, señorías. Hoy hablamos las cosas largamente meditadas, largamente discutidas en reuniones, en foros, entre cafés, en la calle, por teléfono. Han sido meses de apoyarnos mutuamente, de pensar e intentar entender. Meses de no ser escuchados. Hoy, señorías, durante unos minutos, sorprendentemente la palabra es nuestra.
Permítannos, señorías, que por un breve instante esta Comisión, que debía ser la de toda la ciudadanía y de la que ustedes se han apropiado para hacer política de patio de colegio, sea de los únicos y auténticos dueños, de los que debían haber sido los protagonistas principales. Nosotros nunca volveremos a verles, pero su involuntario sacrificio permanecerá para siempre en nuestros corazones y en la memoria de toda la ciudadanía.
Tomamos también la palabra en representación de los que sobrevivieron, de aquellos que aún sufren la pesadilla del golpe cruel que ha marcado sus vidas para siempre y del que difícilmente podrán recuperarse algún día. De esos molestos testigos vivientes del horror.
Comparecemos ante ustedes, con este documento meditado y consensuado por las víctimas y los supervivientes integrados en la Asociación 11M Afectados de Terrorismo, con la obligación de hacerles vivos ante ustedes, como lo están en nuestros corazones, en nuestra memoria y como punto de referencia de nuestra vida cotidiana.
Señorías, para nosotros tienen nombre y rostro (Javi, Pilar, Daniel, Eva Belén, Susana, Emilian, Carlos, Óscar, Rodrigo, Rodolfo, José Luis, Sonia, Abel...) y cada uno de ellos es imprescindible e irrepetible, pertenecen a nuestras vidas, a la de sus familias, sus amigos, sus compañeros de trabajo, de clase, eran vecinos... Los necesitábamos. Como necesitamos recuperar la sonrisa de los que aquel día conservaron la vida a costa de no volver a soñar bonito, que conservan el horror grabado en sus retinas. (Rosa, Jesús, Mzia, Javier, Maribel, David, Mariam, Raquel, Laura...).
Asimismo, hablaremos en nombre de las familias, tanto de los heridos como de los asesinados. Testigos también de ese horror y apeladores también a su conciencia. Conciencia, por lo que hemos oído en estos días, empeñada en la autoexculpación obsesiva, bien blindada y entrenada para que la realidad no encuentre un resquicio por el que poder filtrarse.
Ojalá alguna noche, aunque sea en sueños, ese blindaje al horror ceda y sean ustedes, y quienes a ustedes les mandan, conscientes por un sólo instante del sufrimiento que pudieron provocar con sus decisiones o que no lograron evitar. Ese sólo segundo de clarividencia, ese sólo segundo de lucidez, y lo que ese segundo conllevaría, bastaría probablemente para abrirle los ojos. Familiares que les hablan sumidos en la indignación de lo inabarcable y empeñados en el esfuerzo diario de la superación. Todos éramos inocentes, todos somos inocentes y eso, señorías, es algo que por obvio, no debe olvidarse jamás. Ha habido quien ha tratado de vetar esta comparecencia. El último paso en esta apropiación de algo que no es de ustedes. En el intento de usurpar la voz a los afectados, de deslegitimarlos, de someterlos a su propio juego político y de intentar encasillarlos en tal o cual opción. Esa es su guerra señorías, no la nuestra. Aquellos que intenten identificar a los afectados como colectivo en general o a esta Asociación en particular con una determinada opción política, se equivocan y hacen un flaco favor a la transparencia que todas las voces aclaman. Cualquiera, señorías, pudo viajar en alguno de esos trenes, y cualquiera pudo morir en los escenarios del horror, en Santa Eugenia, en el Pozo del Tío Raimundo, en Téllez o en Atocha. Allí se truncaron las vidas de estudiantes y trabajadores, el motor de una sociedad. Gente inocente. Insistimos, cualquiera pudo viajar en aquellos trenes. El azar, y sólo el azar, dispuso que quienes estamos sentados aquí hoy como Asociación 11M Afectados del Terrorismo. Pero lo que les estamos diciendo no es producto del azar, lo habrían manifestado ustedes de estar sentados a este lado, y pueden estar seguros de que el contenido de las palabras que aquí se escucharían sería el mismo.
Esta realidad de que cualquiera pudo ir en esos trenes la entendió todo un pueblo, cohesionándose multitudinariamente contra el horror como en ocasiones anteriores, en el rechazo a la violencia indiscriminada, en contra de los terrorismos y en contra de las guerras. Este es un pueblo pacífico impregnado de deseos de paz, con vocación de diálogo en sus entrañas. El Pueblo se lo ha demostrado a ustedes, señorías en cuantas ocasiones ha sido llamado. Seguimos esperando que correspondan los gestos de la sociedad civil. Se han tomado decisiones de una gravedad extrema en su nombre, sin consultarle y en contra de su voluntad.
Señorías, queremos manifestar nuestro más absoluto rechazo a cualquier tipo de terrorismo, venga de donde venga. Estamos contra la barbarie, el horror, contra los fanatismos e integrismos religiosos, ideológicos y políticos. A favor de la tolerancia, la convivencia y por la PAZ, El siglo XXI ha consagrado el uso cobarde y mezquino de la ciudadanía como arma de guerra. Nada puede justificarlo, no puede haber comprensión para esto, ni desde lo humano, ni desde lo político. Ningún objetivo político justifica el terrorismo, que constituye - no nos cabe la más mínima duda- el recurso de los cobardes. Nada hay más fácil que sacrificar a personas que no pueden defenderse. Nada más fácil que otorgarse el derecho a decidir sobre la vida o la muerte de los demás, utilizando a la población civil como escudo humano, a los ciudadanos de a pie, a la gente. Para ellos son anónimos; para nosotros, tienen nombre y apellidos, historias de vida interrumpidas.
Nunca olvidaremos ni perdonaremos a los terroristas que llevaron a cabo el atentado, a los que jamás daremos la más mínima posibilidad de comprensión, justificación, ni crédito de representatividad de nada ni de nadie. El terrorismo es la mayor de las bajezas y la mayor de las cobardías. El terrorismo es, ante todo, la expresión de lo peor de la naturaleza humana y del desprecio ciego a la vida. Ni siquiera hace falta sentir su zarpazo en primera persona para decirlo con todas y cada una de las letras. Sólo hace falta sentido común y sentido ético. Ellos son el último escalafón de la degradación moral del ser humano. Sólo en sus retorcidas mentes puede caber la barbaridad de truncar ilusiones, sueños, esperanzas, inquietudes, deseos, risas, vida..., y a cambio sembrar el dolor en miles de familias bajo el nombre de alguna patria o religión. De mirar para otro lado, de justificarlo con inverosímiles y delirantes cálculos políticos.
Saldremos adelante, no lo duden, lo conseguiremos, apoyándonos entre nosotros, con nuestras familias, nuestros amigos y nuestros compañeros de viaje durante el camino de la sinrazón. Asimismo, queremos expresar nuestra solidaridad y cariño a todas las víctimas del terrorismo de nuestro país, porque sabemos que su pérdida y su dolor son idénticos a los nuestros. Más allá de convicciones políticas o ideológicas hay algo que une a todos los supervivientes, y esto es la capacidad de reconocer el sufrimiento en el otro, de poder vernos desde el mismo lugar.
Todas las víctimas son víctimas. El sufrimiento no reconoce fronteras ni ideologías. Desde nuestra legitimidad como afectados seguiremos insistiendo, señorías: no utilicen nunca más, ni aquí ni en ningún otro contexto, el dolor de las víctimas con fines partidistas. No lo utilicen como bandera de su propia causa. Somos un signo de unión. Queremos ser signo de unión y diálogo entre los ciudadanos democráticos que sostienen opciones distintas. Nuestro sufrimiento debe ser la prueba y el ejemplo vivo de la unión que ustedes, los unos y los otros, no logran ser.
Reconocer que todos los sufrimientos tienen la misma legitimidad moral y la misma gravedad es un primer, necesario e imprescindible paso para construir una sociedad sobre cimientos nuevos y renovados, donde todo el mundo pueda mirarse a la cara. Y por eso, desde aquí, tendemos nuestra mano a todas las asociaciones de víctimas, a todos los supervivientes de cualquier forma de violencia política, a todos los que deseen conocernos. Aquí estamos, esperando seguir conociéndoos, para seguir aprendiendo juntos por la paz.
Nunca podrán con nosotros. Sufrimos con aplomo el 11 de marzo, pero hoy exigimos con firmeza y dignidad ante ustedes, levantando la cabeza con orgullo, con un comportamiento sereno y democrático, y desde la reflexión y el diálogo interno como asociados, no ceder jamás al chantaje ni a la intolerancia y buscar los caminos de la cohesión social. Pretenden someternos al discurso de la polarización, al discurso de «quien no está con nosotros está con ellos», el discurso de «quien no nos defiende, es un traidor». No vamos a caer en tal despropósito. Ningún partido nos mueve. Ningún partido nos interesa más allá de las opciones privadas y personales de cada uno. Las víctimas no entendemos de posicionamientos políticos. Somos víctimas. Nada más. Y nada menos. Para ustedes todo es política, y para ustedes todo significa partidismo pero, afortunadamente, fuera de esta casa aún queda mucho aire fresco y mucha luz bajo el cielo. Escuchen con el corazón lo más limpio que puedan, al margen de sus respectivos partidos, como hombres y mujeres de a pie que aún son capaces de escuchar un discurso que sale del corazón, de la reflexión, de la discusión colectiva, de la autoridad ética de nuestra posición como supervivientes del horror. Si algo nos aporta ese dolor, es la máxima lucidez para sentir. Nosotros, señorías, sí podemos decir que no llevamos gafas de ningún color. Claro que somos personas singulares, que no tenemos grandes discursos, que pensamos diferente entre nosotros -faltaría más, señorías- que vivimos nuestro dolor de forma plural. Lo que tenemos es un denominador común que predomina sobre nuestras diferencias: el dolor, la pena, el sufrimiento, la tristeza, la melancolía, la añoranza, la capacidad de resistencia y de lucha y la voluntad incorruptible de intentar llegar hasta el fondo y la verdad de los hechos. Y ese, señorías, es el motor que nos tiene hoy aquí, delante de ustedes. Esa fuerza moral y ese coraje, y no otro. El firme propósito de que la verdad, la transparencia y la justicia imperen entre nosotros.
Sólo sus intereses partidistas pueden hacerles ciegos a esta realidad. Desde la autoridad moral que detentamos, la única que jamás nos podrán usurpar, les exigimos que no nos manipulen, que no nos usen. No tenemos siglas. Si esas son las únicas gafas con las que ustedes pueden ver el mundo, hagan el esfuerzo de quitárselas por un momento, de escuchar, pensar y sentir como seres humanos. señorías, les decíamos al empezar esta comparecencia que habían realizado ustedes política de patio de colegio. No es una afirmación gratuita. Con la fuerza de estas convicciones, también venimos a reprocharles como diputados, y por tanto como representantes del pueblo -que no se les olvide-, sus actitudes de aclamación, jaleos y vítores, durante el desarrollo de algunas de las comparecencias de esta Comisión, como si de un partido de fútbol se tratara.
De lo que se está hablando, señorías, es de la muerte y de las heridas de por vida padecidas por seres humanos, de pérdidas que nos han llenado de desolación y amargura en el mayor grado posible, ¿De qué se reían, señorías?, ¿qué jaleaban?, ¿qué vitoreaban en esta SU Comisión? señorías, ustedes tendrán hijos, esposas, maridos, hermanos, etc., pónganse de este lado, piensen por un momento que les despiden por la mañana temprano y nueve meses después aún siguen esperando su regreso. La pérdida de un ser querido en estas circunstancias es lo más parecido que hay a la propia muerte. Muchas han sido las ocasiones en que hemos sentido que la finalidad de esta Comisión no pasaba ni de lejos por esclarecer los hechos que se planteaban inicialmente, sino más bien para utilizar los hechos y a nosotros mismos como alimento a las líneas argumentales de según quién habla. Los unos para echarse la culpa a los otros. Hace años, señorías, que firmaron el Pacto Antiterrorista en el cual se comprometían a no utilizar el terrorismo como arma electoral y partidista. Permítannos no creerles a algunos de ustedes en esta ocasión. Su credibilidad a este respecto ha quedado más que deteriorada. Ustedes lo saben perfectamente, aunque les desagrade oírlo, nos han convertido en moneda de cambio del juego político.
De igual modo en que decíamos que no podemos admitir que se nos utilice como arma política entre partidos, no podemos admitir, de ninguna manera, que utilicen de manera sistemática a nuestros heridos y afectados, y mucho menos a nuestros muertos, como culpables de la derrota electoral de algunos, o del billete de triunfo de otros. Ellos, para su desgracia, no pudieron votar. Algo hicimos mal, alguien se equivocó, algunas personas debieron cometer graves errores para que los malditos pudieran preparar y llevar a cabo tamaña asesina tropelía.
Los hay que acusan de imprevisión política y manipulación de la información. Los hay que acusan de organizar manifestaciones ilegales y linchamientos sociales. ¿Y quién nos defiende a nosotros, los supervivientes, y las víctimas? ¿Quiénes van a ser aquellos que de una vez por todas asuman las terribles irresponsabilidades (vengan de donde vengan) que nos han llevado a sufrir este brutal atentado? Todos ustedes argumentan que es otro partido el responsable. ¿Están vacíos esos argumentos y forman parte del juego político que acostumbran, o realmente están basados en hechos que pueden probarse? Si es así, informen de lo que saben y no cuentan, y háganlo ante quien corresponde, ante los jueces. Estamos cansados de acusaciones sin pruebas, nos parece mezquino tirar la piedra y esconder la mano. Si esta Comisión es un juego, la calidad ética de nuestros parlamentarios está por valorarse. Si esta Comisión maneja datos reales y errores reales, basadas en datos objetivamente comprobables, seguimos esperando las disculpas y la asunción de responsabilidades por parte de quien corresponda. Y para que no quede lugar a dudas, la asunción de responsabilidades para nosotros significa dimisiones de los cargos políticos, institucionales y policiales que correspondan. Estas dimisiones no deben, en ningún caso, eximir de las responsabilidades legales que, por la vía penal deban imputarse a quienes por error u omisión, no pusieron todos los medios a su alcance para evitar que esta tragedia nos azotara. Esta Comisión, en ningún caso, debe significar el cierre de la vía jurídica y en esto seremos, las víctimas, especialmente beligerantes.
Tampoco nos ha dejado satisfechos la inquina con la que se han pronunciado ciertos comisionados en sus interrogatorios, dejando caer y crecer la duda sobre las responsabilidades directas del atentado. La frivolidad con las que algunos alardean sobre determinadas autorías, además de congoja nos causa perplejidad y no nos sirve el amparo en cortinas de humo o en oscuros propósitos. Cuando se sabe que los autores no están en lejanos desiertos, se deben aportar las pertinentes pruebas ante el Juez Del Olmo. Queremos decirles que confiamos en la Justicia y en que las Fuerzas de Seguridad del Estado, al margen de las posibles equivocaciones en que pudieran haber incurrido -y que en cualquier caso no deben ni pueden ser ninguna excusa para nadie-, están desarrollando con éxito y con ahínco su labor profesional. Cuando nos vean, acuérdense ustedes, o quienes a ustedes les mandan, de que si hubo una sola posibilidad de haber evitado que estos hechos ocurrieran, y existen fundados argumentos para pensar que hubo no sólo alguna, sino muchas posibilidades de ello, nosotros somos los molestos testigos de su irresponsabilidad por no haberlo evitado.
Señorías: mucho nos habría gustado que nos informaran periódicamente del desarrollo de las sesiones, o que nos habrían permitido estar presentes durante las mismas. Esto no ha sido posible, y quepa señalar que no precisamente porque las víctimas no hayan manifestado repetida e insistentemente su interés por asistir a esta Comisión. Al espectáculo de esta Comisión que se va a cerrar como se empezó: sin depurar las responsabilidades políticas de aquellos que supieron o tuvieron en sus manos. Los que pudieron evitar la barbarie.
Quisiéramos mencionarles las innumerables memorias que han ultrajado convirtiendo esta comisión en un circo mediático. Miles de familias destrozadas. Nuestra llamada es una llamada a la ética, a la moral. A la ética de ustedes. A la moral de ustedes, desde la legitimidad incuestionable que nos otorga la condición de víctimas. Nadie tiene ni puede tener voz más autorizada que la de todos aquellos que están ahora y aquí presentes, detrás de mi voz. señorías, si quedan irresponsabilidades por depurar, éstas corresponden fundamentalmente a quienes detentaban el poder en aquel momento. Y ésta es una obviedad irrefutable.
Por eso, es imprescindible que algo tan execrable como esto no vuelva a ocurrir. Así lo manifiestan todos los ciudadanos de este país y así lo exigimos nosotros. Es el único consuelo que nos queda y ese debe ser el propósito de las conclusiones de esta Comisión. Nada nos va a devolver a nuestros seres queridos, ni restañará las heridas de los que todavía convalecen, pero no sería justo dejar de reconocer que algunos elementos del engranaje que debería haber previsto el peligro fallaron estrepitosamente, y así ha quedado demostrado.
También queremos saber qué pasó entonces, qué mecanismos fallaron, quiénes nos avisaron, y quiénes les ignoraron, quiénes son responsables de este disparate que ha arrasado los proyectos de futuro de 2000 personas. Los autores materiales de los hechos, los instigadores y los ideólogos son responsables, pero si algo hemos sacado en claro de esta Comisión es que más allá de los hechos irrefutables y de las vidas truncadas, se han cometido errores e imprevisiones que a fecha de hoy siguen sin asumirse. Una única cuestión tenemos clara las víctimas, y es que por encima de todo deseamos conocer con exactitud los hechos, los errores y las irresponsabilidades que se derivan del mayor atentado terrorista en la historia de España.
Señorías, durante todas las comparecencias han puesto el foco de los hechos en lo que sucedió entre los días 11 y 14 de marzo. Nada más lejos de las inquietudes de las víctimas. Sabemos perfectamente qué ocurrió esos días: buscamos a nuestros muertos, los lloramos, los enterramos, incineramos... nos despedimos. A otros los cuidaron mientras ni siquiera eran conscientes de lo que les había sucedido, se enteraron después, cuando despertaron mientras intentaban quedarse en este lado del mundo. Otros intentaban entender cómo era posible que les hubiera pasado a ellos -¿por qué a nosotros?, ¿qué es lo que hemos hecho para merecernos esto? Nos interesa saber qué ocurrió entre el 11 de marzo y el 14 de marzo, también después, porque no pudimos vivirlo. Pero sobre todo nos interesa saber, señorías, qué ocurrió antes. ¿Qué fue lo que ocurrió antes del 11 de marzo para que esta barbaridad llegara a perpetrarse? Tramas de tráfico de explosivos que no se investigan, informes que avisaban de lo inminente de la amenaza terrorista, falta de medios para investigar a presuntos terroristas (faltan policías, faltan traductores, falta presupuesto, en definitiva, falta voluntad de política para prever lo que se nos venía encima después de pasar a convertirnos en objetivo terrorista). Ustedes, señorías, han podido vernos semana a semana en la Puerta del Sol. Silenciosos, callados, con una camiseta que simplemente rezaba nuestro ruego de transparencia. Nos desalojaron de la puerta del Congreso y nos enviaron a la Puerta del Sol. Allí seguimos durante meses. Meses, señorías. Aguantando sol, lluvia, apoyos y también insultos. Allí seguimos con nuestro mudo testimonio escrito en las camisetas: transparencia, por ellos, para ellos, para nosotros, y para todos los que se identifican con nuestra indignación.
Nos parece que no han entendido, señorías, qué significa para nosotros la palabra transparencia. Nos tomaremos la molestia de explicárselo. No queremos que esta Comisión continúe. No, desde luego, en su formato actual: un espacio para la riña entre partidos. Exigimos de manera contundente y explícita la creación de una nueva comisión de investigación formada por personas independientes y expertos. Una comisión donde los partidos políticos no estén presentes, para que la investigación recaiga en personas que, libres de intereses partidistas, ayuden a la ciudadanía española a entender qué fue lo que pasó, delimiten las irresponsabilidades que procedan y propongan las necesarias reformas en el funcionamiento de las instancias del Estado. Hagan que una situación así no vuelva a repetirse. Quédense al margen y permitan la transparencia. No nos prometan más cosas que no nos interesan. No nos den más palmaditas en la espalda. No nos miren con cara compasiva. Simple y puramente, permitan la verdad. La pelota está en su tejado.
Nosotros, de momento, les contaremos nuestras historias:
Como sabrán ustedes, el 11 de marzo de 2004 una gran conmoción sacudió los cimientos del alma de Madrid, y tras las primeras noticias, empezó el calvario para miles de personas. Unas, intentado contactar con sus familiares; otras, camino de los hospitales, y 192 esperando a ser identificados mientras viajaban a nuestras memorias para instalarse allí para siempre. Las familias empezaron a movilizarse por doquier, intentando localizar a sus seres queridos, comenzando el calvario de la desesperación, la incredulidad, el vagar sin rumbo, el desasosiego, para terminar el día recalando en un hospital, buscando desesperadamente un nombre en una lista o en la morgue de IFEMA para recibir la sentencia de muerte.
En este macabro lugar permanecimos muchos de nosotros durante dos, tres y más días, hasta que pudimos recibir los restos de nuestros familiares y amigos para darles sepultura en terribles circunstancias. Unos buscábamos a nuestros seres queridos, que descansaban entre los fríos pabellones rebosantes de ausencias, mientras algunos se preocupaban más por reconocer los cuerpos de los supuestos suicidas. Seres queridos contra pruebas queridas.
Salíamos del estupor y del caos en que muchas veces se convirtió la rutina de gestionar muertes y lesiones, para sumergirnos en la profunda sima del dolor y la incredulidad. Al tiempo que unos sacudían la cabeza para espantar de su mente las imágenes macabras grabadas en su interior, otros luchaban contra la muerte en los quirófanos o curaban sus heridas y muchos otros éramos atrapados para siempre por la asesina ausencia de los nuestros, entrando en el laberinto para pelearnos contra el duelo de lo inexplicable. ¿Qué le dirían, señorías, a una niña de cuatro años cuando pregunta por su madre muerta?
Mientras se decidía el futuro político de España, nosotros nos planteábamos el presente entre la vida y la muerte, sintiéndonos culpables por comer, por dormir, por respirar, por ver, por sentir, par vivir y por ser humanos. La barbarie se instaló entre nosotros sumiéndonos en el frío y largo invierno en que se convirtieron nuestras vidas, del que, lograremos salir para vivir con la cabeza alta, y ellos siempre entre nosotros.
En principio nos vimos envueltos en la locura, el desconcierto y la desesperación, mientras asistíamos como autómatas a actos de carácter público o privado. Todo para las víctimas pero sin las víctimas. Sin preguntarnos, sin consultarnos, sin tenernos en cuenta, sin respetar nuestra voluntad ni pedir permiso para la utilización de nombres, fotografías e historias que forman parte de la privacidad de las familias. Tras los primeros meses de pesadilla empezamos a asomarnos tímidamente por las ventanas de nuestro oscuro laberinto para ir descubriendo con estupor cómo aparecían asesinos, confidentes, altos cargos, responsables políticos, comparecientes de toda clase en esta Comisión de investigación, sin que los días y folios de declaración nos otorgaran la menor claridad sobre lo realmente relevante: las verdades y las irresponsabilidades.
Hemos ido conociendo a los asesinos materiales con sus caras y sus nombres y a algunos de los organizadores. Nos íbamos quedando estupefactos al conocer las caras de quienes proporcionaron medios y cobertura a los asesinos. Pero en estos meses también nos hemos ido conociendo entre nosotros, boca a boca, sin ninguna facilidad institucional para encontrarnos. Hemos ido creando redes de solidaridad, de apoyo mutuo, tejidas con mucho esfuerzo. Llamadas de teléfono de personas que se conocieron en IFEMA o en las oficinas a las que había que ir, ventanilla a ventanilla, para los trámites y la burocracia que acompañan al horror. Nos hemos conocido por el boca a boca, y unos pocos empezaron a salir a la calle, como les decíamos, con su dolor como bandera en forma de camiseta, recogiendo las 12.500 firmas que esta casa conoce y desatiende. Se han entregado, señorías, 12.500 firmas, nuestras y de ciudadanos de a pie, recogidas semana a semana para pedir que la Comisión no fuera a puerta cerrada, que hubiera luz, que pudiéramos estar y escuchar para no tener que informarnos por terceros.
La información que recibimos las víctimas sobre los trabajos de la Comisión provienen de las publicaciones en prensa, y de aquello que los propios afectados nos hemos molestado en buscar por nuestros propios medios. Queremos repetir de nuevo, señorías, que somos personas físicas, no marionetas. Que no nos identificamos como colectivo con posicionamientos partidistas de cualquier clase, sino con el dolor y el sufrimiento de los que padecen nuestra condición de víctimas y supervivientes del terror, que no nos dejaremos manipular por nadie. No permitiremos que nadie nos coloque como simpatizante del otro para automáticamente descalificamos.
Sabemos que corremos el riesgo de que mañana los titulares de algunos periódicos lo intentarán. Unos dirán que estamos manipulados por el PSOE y que es obvio que servimos a sus intereses. Otros que servimos a los intereses del Partido Popular. No se molesten en escribirlo. Lo sabemos y lo esperamos. Y nos adelantamos a ustedes, porque por ese camino no vamos a andar. No entraremos al juego de la polarización social en interés de los partidos. La actual Junta Gestora de la Asociación 11M Afectados de Terrorismo, los socios y afectados que representamos, constituyen un colectivo integrado por seres humanos que votan a todos (o a ninguno) de los partidos.
Podremos encontrarnos mañana con quien diga que nuestras palabras están regadas por el rencor y la ceguera del odio. Pretenderán invalidar nuestros argumentos amparándose en nuestra condición de supervivientes, como si ser superviviente fuera un estigma. No hablamos desde el resentimiento, sino desde la serena y meditada indignación y reflexión colectiva. No nos mueve el odio, sino la firme voluntad de velar por la memoria de los ausentes y la recuperación moral de los heridos. señorías, un argumento sentido no es un argumento torpe. Torpe es quien, carente de argumentos, recurre a intentar deslegitimar al otro como burda herramienta de diálogo.
Escuchen, señorías.
Escuchen si todavía mantienen esa honestidad de seres de a pie que les pedíamos al empezar esta comparecencia, y no han vuelto a ponerse sus gafas de partido.
Reiteramos nuestro agradecimiento y reconocimiento a todas aquellas personas que intentaron arroparnos con cariño y dedicación, haciendo lo mejor que supieron y pudieron en los duros momentos que hemos sufrido. Si bien, no debemos confundir la buena voluntad con la eficacia de la atención en situaciones de crisis. Denunciamos que hubo fallos en la atención inmediata a las víctimas, que se detectó una absoluta descoordinación entre los diferentes servicios de atención, que no se controló en modo alguno el perfil de los profesionales que atendieron a las familias de las víctimas y que, en ocasiones, ni siquiera contaban con formación necesaria en situaciones de emergencia. La comunicación a las familias para la identificación de los cadáveres fue absolutamente vergonzosa, anunciándosenos la misma mediante megafonía. Echamos en falta la presencia de cargos institucionales en el caos de IFEMA, pabellón de la muerte. Si acaso, vinieron con el tiempo justo para hacerse la foto. Les adivinamos de pasada, desde lejos.
A pesar de las medallas y reconocimientos otorgados a los héroes del 11M, queremos destacar que a día de hoy, 9 meses después, no se ha realizado evaluación formal ni balance independiente y sin triunfalismos sobre las actuaciones de las distintas administraciones implicadas. Asimismo, no existe estudio riguroso que verse sobre el estado psicológico y sanitario de las víctimas y sus familiares. La red sanitaria pública no ha incrementado los servicios de atención a heridos, viéndonos en estos momentos incluidos en listas de espera para intervenciones quirúrgicas de todo tipo.
Tampoco se ha realizado hasta el momento valoración sobre las repercusiones a nivel laboral y futuras incapacidades parciales o absolutas de los heridos en los atentados, así como las medidas formativoocupacionales que nos permitan la adaptación a nuevos puestos de trabajo acordes con las minusvalías que padecemos. Tampoco se han atendido debidamente las necesidades educativas especiales de los menores afectados por los atentados: hijos de fallecidos, hijos de heridos, menores que viajaban en los trenes, niños que lo presenciaron desde colegios cercanos. Se contrató un aluvión de psicólogos y psiquiatras. ¿Para qué? Para qué si no nos acompañaron. Nos acompañamos entre nosotros. Ellos se quedaron sentados en sus despachos esperando a que fuéramos a verles si nos encontrábamos mal.
Hay que estar muy bien, señorías, para poder pedir ayuda en esos momentos. Tanto dinero gastado en decenas de contratos de profesionales que permanecieron pertrechados en sus despachos y sus horarios de jornada intensiva, y tan poco gastado en profesionales que estuvieran a nuestro lado, que se preocuparan por acompañarnos, por compartir el día a día y favorecer y apoyar que se pudieran ir tejiendo esas redes de comprensión y de apoyo entre nosotros. Ese espacio, lo ha cubierto el esfuerzo informal de los que nos conocieron desde el principio.
Nos trataron como a enfermos, antes de preguntarnos nos medicaron. Queremos un trato cercano. Los queremos con nosotros, acercándose a nosotros, sin tenernos miedo. No mordemos ni somos contagiosos. Muchos de nosotros hemos acabado en la sanidad privada porque ustedes ni quisieron ni supieron acercarse, porque en muchos centros de salud mental estaban más preocupados por aprovechar los recursos contratados para reducir las listas de espera que para acercarse a los supervivientes. Tardaron mucho en atendernos cuando les pedíamos una cita. Los afectados hemos abandonado muy pronto los tratamientos que comenzamos en la red pública, no se han cubierto nuestras expectativas de apoyo. Una vez más, esperaremos un informe técnico independiente de los programas sanitarios desarrollados y del plan de salud mental que ustedes diseñaron. Sin embargo, les hemos visto homenajearse mutuamente y felicitarse por su éxito en congresos y declaraciones, donde sólo se escuchan a sí mismos. Es necesario que sea un informe de evaluación técnica sobre la atención que recibimos objetivo e independiente, pues hemos sido testigos incansables del reparto mutuo entre instituciones de condecoraciones y medallas.
¿Para cuándo este estudio riguroso en que nos pregunten qué pensamos sobre cómo se hicieron las cosas, del que se obtengan lecciones aprendidas y errores que no pueden repetirse? Ni un solo análisis técnico independiente. En ningún lugar nuestra voz para elogiar o criticar lo que haya que aplaudir o mejorar. También es cierto que, si alguna cosa hemos vivido los afectados directos de todo este abominable suceso, ha sido la solidaridad en el inmenso dolor que sentimos, compartido por la gran mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de bien. Debemos corresponder, por tanto, en nombre de todas las víctimas y de los supervivientes, con infinita gratitud, -y ese es nuestro principal mandato-, a cuantos, de forma anónima entraron en los trenes en los primeros segundos para auxiliar a las víctimas y los supervivientes, exponiendo su propia seguridad, a quienes derramaron una lágrima incontenida de desgarro, a todos los que rindieron personal tributo en los improvisados espacios de homenaje y recuerdo en que se convirtieron los lugares de la tragedia. Agradecimiento que hacemos extensivo a la ciudadanía de Madrid, del resto del Estado e incluso de fuera de España: por su solidaridad.
También queremos manifestar nuestro agradecimiento a todas aquellas personas que el 11 de marzo, y en los días posteriores, de una manera profesional o con carácter voluntario se enfrentaron a la tragedia, sin comprender ni cuestionarse otra cosa que no fuera la atención a las víctimas y a sus familias, con generosidad, sacrificio y dignidad. Gente que no pidió nada más que el privilegio de estar en silencio, en segunda fila, apoyando en lo que pudieran sin buscar ningún protagonismo. Profesionales anónimos, vecinos, colectivos de jóvenes y de barrio, asociaciones culturales. Pero sobre todo, ciudadanos de a pie, cada uno con lo que desde su buen hacer, podía aportar.
Gracias a los bomberos, gracias al personal sanitario, gracias a la policía, gracias a los taxistas, gracias a los psicólogos, gracias a los conductores, gracias a los conductores de autobús y gracias a todos los que se nos quedan en el tintero. A todos de nuevo, gracias. Algunos de ustedes intentaron vetar nuestra comparecencia. Nosotros no pedimos asistir en calidad de nada a esta Comisión. Fueron ustedes, señorías, quienes decidieron requerir nuestra presencia, considerando la misma como un homenaje, no nosotros, Un homenaje más. Uno de los muchos que se vienen sucediendo desde aquel fatídico 11 de marzo. Como viene siendo habitual en los numerosos actos de los que venimos siendo protagonistas, nadie nos ha preguntado si es nuestro deseo recibirlo. ¿Alguien nos consulta cuando se dispone de los nombres o fotografías de nuestros familiares por parte de cualquier institución? Hay quienes se sienten sinceramente reconocidos. Para otros supone una nueva y desgarradora exposición. No discutimos aquí la conveniencia o no de estas manifestaciones, que no dudamos, tienen la mayor voluntad de apoyo y solidaridad. Denunciamos que no se nos pregunte, que se asuma lo que es correcto o incorrecto, que se levanten monumentos y no se nos permita hacerlos nuestros. Ese gesto debiera ser el producto final de un camino de hablar, de conocer, de hacer llegar nuestra voz a la gente... tenemos voz y queremos que esa voz sea escuchada.
Hubo momentos en que quizás el dolor nos mantuvo en nuestras casas. Ahora queremos ser escuchados. Tenemos voz y criterio. Y queremos que los homenajes no sean piedras frías en cualquier rincón de una ciudad y de las que nadie se acuerda a los pocos meses, sino que tengan vida. La vida que surge cuando las cosas nacen de procesos de diálogo y de participación. Escúchennos. Asumimos como nuestro el dolor de cualquier víctima del terrorismo, nos identificamos, como ya hemos dicho anteriormente con cualquiera de ellas, si bien nos vemos en la obligación de reivindicar nuestra identidad como víctimas del 11 de marzo. Hemos asistido, dentro de este baile del uso de fotografías de nuestros familiares fallecidos, al penoso espectáculo de verlos mezclados con torturadores y violadores de derechos humanos que igualmente tienen reconocida su condición de víctimas del terrorismo. ¿Alguien nos pregunta algo? Queremos también decir no al modo en que se han usado por parte de los medios de comunicación las imágenes de la barbarie. Las imágenes son instrumentos de información, de eso no cabe duda, y tienen el poder de convocar, de sensibilizar a la opinión pública, de explicar en breves instantes lo que un texto difícilmente puede narrar. Pero este no es el caso, y ustedes lo saben.
La necesidad de utilizar las imágenes del 11 de marzo como fuente de información caducó hace mucho, ya no es noticia. Las emisiones no responden a una necesidad informativa sino a la demanda de una sociedad que convierte todo en espectáculo, incluyendo la angustia, el miedo, y el llanto desgarrado de los arrastrados por la locura humana. Señores directores de periódicos y agencias de prensa, señores directores de informativos: permítannos dudar de su sensibilidad. Mientras por un lado acuden a nosotros una y otra vez, para que les contemos nuestro calvario, mientras son ustedes los encargados de hacerles recordar al mundo que no puede haber más «onces M» en ningún lugar del mundo, se olvidan de nosotros cuando el mercado les llama. Vendida ha quedado su conciencia de periodistas a la ley de las audiencias.
Con nosotros, no. Si algo de decencia les queda, con nosotros, no. Queda escrita, leída y conste en el diario de sesiones nuestra más contundente repulsa. Y por si no hubiera quedado suficientemente claro, afirmamos que por encima del derecho a la información, está el derecho de los ausentes a preservar su intimidad. Condenaremos siempre a aquellos que expongan imágenes que aviven constantemente la causa de nuestro dolor. Cada vez que las imágenes se exponen sufrimos un paso atrás en ese trabajo de convivir con el dolor. Cada vez que aparecen las imágenes nos sumergimos en una, dos, tres semanas de reavivar el dolor, es volver a imaginar cómo pudieron haber muerto, especular sobre si sufrieron o no, si permanecieron con vida el tiempo suficiente para preguntarse dónde estábamos nosotros para socorrerles, dos o tres semanas de emparejar esas imágenes con los rostros de ellos. Regresan las vivencias del desconcierto, el miedo, la impotencia, el desasosiego, la vulnerabilidad, el camino a los hospitales... del caos.
Recuerdo feliz, como los tuvimos y como los quisimos, y ustedes se empeñan en arrojarnos el horror en nombre del espectáculo, en machacarnos y recordarnos aquellas imágenes que no deseamos que queden grabadas en nuestras mentes como último recuerdo de aquellos a quienes amamos o como el trágico recuerdo del día en que volvimos a nacer. Los que tuvimos la suerte de poder contar lo vivido, sufrimos el peso de la culpa por haber sido nosotros, y no ellos, los que hoy no podemos borrarnos aquel día de la retina. El goteo incesante de imágenes que salpica cualquier periódico o programación nos regresa una y otra vez al inicio del camino de la superación, pero parece que eso a ustedes, periodistas, no les importa. Nosotros, desde nuestra autoridad moral, les señalamos, les imploramos, les pedimos, les exigimos que dejen de vendernos como espectáculo. Pronto se acercará el primer aniversario de la masacre. Una excelente oportunidad para medir la altura moral de todos y cada uno de los directores de periódico y de cadenas de televisión de este país. Cada cual establecerá entonces su talla moral. Ustedes dispondrán de una oportunidad para demostrar de qué madera están hechos.
La falta de rigor moral en la emisión de imágenes que no arrojan luz sino oscuridad en torno al omnipresente 11M, no sólo nos revuelve las entrañas a las víctimas, sino también a la sociedad en su conjunto. Con ellas nos embarga el miedo y la sensación de vivir absolutamente desprotegidos, y eso señorías, nos hace aún más sensibles a las manipulaciones de todo tipo, No digan que no está claro y bien detallado. Insistimos para que no quede lugar a dudas: ellos fueron asesinados en un acto colectivo, pero su derecho al honor y a la propia imagen lo representamos en su individualidad los que les hemos sobrevivido. Apelamos a la ética profesional de los medios y estaremos allí donde se deshonre la memoria de las víctimas para desagraviarlos. El uso indiscriminado de las imágenes supera niveles que jamás imaginamos, Se han emitido o se han usado en medios escritos imágenes procedentes de las cámaras de vigilancia situadas en los andenes de RENFE. Estas imágenes fueron requisadas por la Policía inmediatamente después de las explosiones y estaban depositadas en la Audiencia Nacional. ¿Cómo pudieron filtrarse y llegar a la prensa? ¿Quién lo permitió o autorizó? ¿Quién las vendió, si ese es el caso? ¿Cómo pudieron emitirse imágenes sometidas a secreto de sumario? Desde aquí exigimos de manera urgente una investigación que depure responsabilidades respecto a la filtración y posible venta de las imágenes de los atentados que estaban depositadas bajo la custodia del Audiencia Nacional. Debe esclarecerse la trama de tamaña indignidad y ser cesado y encausado el autor de manera fulminante.
Quienes sí se empeñaron en estar a nuestro lado fueron otras entidades públicas y privadas, a quienes se facilitaron nuestras direcciones y teléfonos. Hemos recibido cartas que no hemos pedido, llamadas de terceras entidades que han supuesto una violación a nuestra intimidad. En una aplicación absolutamente estricta de la Ley de Protección de Datos, hemos asistido atónitos a la filtración de nuestros datos personales a entidades públicas y privadas que se siguen dirigiendo a nosotros. ¿Con qué autoridad se comparte ilegalmente dicha información con organizaciones y terceros? ¿Cómo se nos llama desde universidades para pasarnos cuestionarios por teléfono? ¿Quién ha consentido tamaño despropósito? ¿En qué juzgado se investigarán estos delitos ya denunciados? El día 11 de marzo de 2004 se rompió el corazón de nuestro país. No nos sirve para nada el pretendido dolor de quienes son incapaces de la más mínima autocrítica, y mucho menos el comportamiento de quienes, seguramente cegados por el odio y la frustración, insultaron gravemente a nuestros seres queridos, a nuestros muertos, ante las mismas puertas de esta Cámara.
Quienes el 29 de noviembre nos ultrajaron, probablemente el día 12 de marzo estuvieron recorriendo, en manifestación, las calles de Madrid. Sin embargo, 9 meses después, ya habían olvidado que aquello era porque la ciudadanía lloraba por sus hijos desaparecidos o mutilados, nuestros muertos, nuestros heridos. Sólo nos consuela pensar que, tomados uno a uno, ninguno de ellos sería capaz de aguantar ni cinco segundos la mirada de una madre y volver a repetirle: «Meteos a vuestros muertos por el culo». Nada justifica una actitud como esa. El odio y el deseo de venganza es un germen podrido que infecta nuestra sociedad, y tenemos el deber y la obligación de construir algo mejor y más digno para todos. Recientemente hemos asistido con pesar a un espectáculo asombroso en el juicio del primer encausado por el 11 de marzo, concretamente al menor conocido por «el gitanillo». Pudimos asistir, detrás de un biombo, al establecimiento del pacto entre fiscales y abogados, con la bendición del juez.
Señorías, cuando explícitamente se deniega la aplicación de la Ley del Menor y se aplica la Ley Antiterrorista con penas de hasta diez y doce años de cárcel a menores de edad en el País Vasco por quemar un cajero automático, ¿cómo puede aplicarse la norma más favorable a alguien que no fue menor para traficar con explosivos, con drogas, ser confidente de la policía y la guardia civil, conducir vehículos y suministrar los materiales que condujeron a la muerte de 192 personas? ¿Qué aplicación arbitraria de la ley significa que un asesino va a estar en la calle con 23 años, en la más absoluta impunidad? Nos mienten cuando prometen que los culpables de la masacre serán castigados con la mayor dureza que la ley permita. Estupefactos ante la impunidad de los culpables confesos, como Asociación 11M Afectados de Terrorismo, asistimos al juicio entre las risotadas del inculpado, de la madre del mismo y de su abogado. ¿Este es el Estado de Derecho que pretende ampararnos? ¿Asistiremos a más juicios con acuerdos negociados antes de entrar a Sala? ¿Qué buscan esos acuerdos? Desde luego, no tendríamos ningún problema con la justicia española si todos los juicios se resolviesen como este, en cinco minutos. Vayan sumando, señorías, porque nuestras peticiones son claras, altas y nítidas. Ninguno de los hombres y mujeres, de los ancianos y los niños, de los españoles y de las personas de otras nacionalidades que bruscamente vieron interrumpidos sus proyectos, sus expectativas y hasta sus vidas podrían entender que termine esta Comisión sin una explicación sobre lo ocurrido. De nuevo les recuerdo, señorías: nuestros muertos fueron las víctimas; inocentes y víctimas! Nosotros tampoco podemos darnos esa explicación, pero sí que podemos, con la autoridad ética que nos otorga nuestra situación , exigir que nuestra desgracia no haya sido en vano.
Esta Comisión debe acabar y debe determinar los instrumentos necesarios que hagan imposible la repetición de tan insufribles hechos. Se lo debemos a ellos, nos lo debemos a nosotros mismos, más allá de cualquier otra diferencia de criterio partidario. Si no se hiciera de esta manera, el fracaso de esta Comisión sería aún más estrepitoso y esa responsabilidad recae sobre sus señorías. No permitan que un activo de tal calibre se diluya entre las manos de un sinsentido partidista que a nada conduce. Ayúdennos a que los ciudadanos de este país podamos salir por las mañanas de nuestra casa y tengamos la garantía de regresar. Les recordamos, pedimos, exigimos, lucharemos por lograr:
1. Una comisión de investigación independiente de los partidos políticos que establezca y depure responsabilidades por error u omisión.
2. Juicios transparentes y con aplicación plena y completa de la ley a todos los acusados.
3. Velar por el uso ético por parte de los medios de comunicación de las imágenes del atentado.
4. Investigación de las responsabilidades derivadas de la filtración o venta de las imágenes de los atentados sometidas a secreto sumarial en la Audiencia Nacional.
5. Respeto a la voluntad de las familias para el uso de los nombres y las imágenes de los fallecidos y supervivientes en todos los actos públicos y privados que se realicen en su memoria.
6. Habilitación de comisiones técnicas independientes, que evalúen de manera objetiva y teniendo en cuenta la opinión de los afectados, los planes de emergencia, sanitarios, educativos, formativos, laborales, sociales y de salud mental puestos en marcha tras el 11-M, mostrando tanto los éxitos como las oportunidades de mejora que procedieran y elaborando propuestas de futuro.
7. Exigimos la adecuada atención a las víctimas y la creación de un Organismo Único de Coordinación y Atención a heridos, que funcione durante el tiempo necesario.
8. Exigimos el respeto del derecho a la intimidad, así como la investigación de las responsabilidades derivadas del filtrado de los datos personales, direcciones y teléfonos de los afectados a terceras instituciones para su uso particular.
9. Exigimos, en nombre del conjunto de ciudadanos, que se arbitren todas las medidas de coordinación policial, de sistemas de alerta y vigilancia que se consideren necesarios para evitar que nuevas catástrofes como esta puedan volver a ocurrir.
10. Exigimos que nunca se utilice el nombre de las víctimas o de ésta Asociación como instrumento de polarización social, buscando identificaciones con una u otra opción partidaria. Nuestra condición de víctimas y supervivientes si a algo apela, es al diálogo, a la unión, al consenso y a la búsqueda de soluciones entre todos. Señorías, todas estas peticiones se resumen en tres exigencias básicas: verdad, justicia y reparación, entendida como reparación moral, nunca económica porque el dinero no nos abraza ni nos consuela.
Y hoy, aquí, en lo que a ustedes más les atañe, exigimos la verdad. Como venimos expresando desde hace meses: transparencia.
Por nuestra parte, lo único que podemos aportarles es nuestro dolor.
Este es nuestro dolor. Y esta nuestra fortaleza. Por todos nosotros. Por ellos.
Sr. presidente, señorías, muchas gracias.
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